sábado, 25 de julio de 2020

Convoy euforia

Luis Bugarini

1.

La mosca
nunca es libre:
es presa
de sus alas.
Tal como tú
que crees huir
pero me llevas
en la mente
y en ese corazón
rancio
que ya nunca
latirá
por nadie.

2.

Abril, a mediodía
Salgo a caminar
con el perro, que jadea
y ladra entusiasta.
En la caminata
diviso un reflejo
en una banqueta.
“Es una moneda”,
me digo y avanzo
en su dirección.
Aquello me hace sentir bien,
como el niño que recibe
un obsequio inesperado.
Era un escupitajo,
recién lanzado,
solitario y agónico,
con seguridad lanzado
por un zombi
o un tuberculoso
próximo a la muerte.
El perro ni se enteró.

3.

Es una intermitencia
que se cruza
entre los amantes
condenados a buscarse,
en medio de las ruinas
de la ciudad en llamas.
¿Será el azar?
¿La falta de previsión?
¿La perplejidad
de las emociones?
Es un temor humano:
el misterio de la entrega dulce,
a media luz,
al borde del colapso.
Es un temblor meridiano
que nos fractura
como una línea que viaja
de un lado a otro,
a través de la angustia
de quienes se ignoran.
Es una fisura
en la punta de su lengua.

4.

No sonrías,
mejor no sonrías.
La tuya no es una risa
soltada al azar
por una ocurrencia,
sino un efecto
del padecer de otro.
Estruendosa
si es producto
de una maldad
orquestada por ti.
No sonrías,
mejor no lo hagas.
El mundo es un mejor
lugar para vivir
cuando no resuena,
y lo único que nos aportas
es la felicidad
inconmensurable
de tu silencio.

5.

No hay éxito
que con más justicia
pueda llamarse tal,
que acariciar la piel
del otro, en esa frontera
que divide la sorpresa
de una acción esperada.
Es el asalto tibio
a una geografía
de exquisitos
y delicados vellos,
casi imperceptibles,
alrededor
de constelaciones
formadas por lunares
salpicados al azar.
El resto es besar,
que no el silencio.

6.

La última galleta de la caja
está partida a la mitad.
Hay morusas a su alrededor.
Nadie me observa y la reviso
con el ánimo de un fiscal.
De un lado quedó la mermelada;
del otro, un pedazo de amistad.
No es amistad, es cierto,
sino un trozo de nuez,
aunque al final es lo mismo.
Trato de unirla: ya no embona,
lo que es triste por irreparable.
Elijo dejarla a su suerte
para no intervenir su destino.
Quizá aún existe como galleta,
pero con la forma de trozos
que viajan dispersos a la deriva.

7.

Medito por la tarde
sobre la escritura de un poema.
Anhelaba cantar la tragedia
del tiempo, sus accidentes
y su modo triste de fugarse.
Luego pensé en volver a la épica,
con su estruendo de caballos y de lanzas.
Antes de seguir acudo al sanitario.
Días atrás me sacaron un diente.
Me miro de cerca al espejo.
Me detengo con nostalgia,
luego con amargura.
Quizá apenas importa
si tengo o no tengo un diente;
o todos, en línea,
blancuzcos y oraculares.
Pero a mí me importa
y me acongoja.
Ya no tengo un diente
sino un boquete
que no necesita más poemas
para recordarme
el paso del tiempo.
Al menos tengo algo,
dirá algún socarrón, 
para preservar mi lamento. 
Ojalá se le caigan todos.

8.

Meto la mano en el suéter
y me encuentro un clip.
Es pequeño, está doblado.
Se utilizó para mantener
papeles unidos.
Antes de lanzarlo a la avenida
lo tuerzo con gentileza
hasta regresarlo a su posición original.
Batalla un poco, pero luego cede.
Segundos antes de lanzarlo
concluyo que yo soy el clip,
en las manos de una sociedad
que no tendrá la gentileza
de enderezarme antes de
lanzarme a la basura;
a que me pierda, inocente,
entusiasta aunque sin malicia,
como tantos de sus hijos
en el olvido más inaudito.

9.

Eres un ave de rapiña
y no te equivocas
al llegar a mi cadáver.
Te nutriría por días,
pero mi carne
nunca será tuya.

10.

Te burlas como las hienas.
Es una risita entrecortada,
que se encima una sobre otra,
emergente y abrupta.
Casi un temblor.
Pienso en apodarte “hiena”,
aunque de pronto me llegan
a la cabeza imágenes 
de ese noble animal
que debe alimentarse
con la carne cruda en la estepa.
Es un sobreviviente.
Tú sólo eres carroña
que se imagina un cazador.
Desconoces tu lugar.
Te falta la gracia de la hiena,
su paso sutil y ese pelaje de rey
africano en medio de la nada.
También te faltará un apodo.
Tu lista de carencias se alarga,
indecente y caliginosa.
Ya termino este poema.

lunes, 30 de enero de 2012

Ante la lengua

Se podría decir: En el abismo de los bordes de un triángulo una palabra germina frente al invierno del significado. Si miramos en la construcción anterior encontraremos raíces que estructuran una combinación de imágenes expuestas, imágenes que hablan de la existencia de un invierno de palabras y la posibilidad de sus estaciones a partir de cierta temporalidad o estado anímico, así las palabras estarían frente a una estancia en la cual germinan, pues en el contexto nos dice que alguien ha colocado las palabras como semillas esperando que crezcan en el borde o en los bordes de un triángulo donde habita el abismo, todo para hallar la estancia del significado de la palabra.

Se puede mirar cada imagen de ese enunciado, tratando de hallar un sentido único a través de la diversificación de cada posible significado en el espacio de la interpretación; pues decir: una palabra germina frente al invierno del significado, es generar, frente a la estancia de esta línea, un juicio mediante la heurística del enunciado. Tratando sus ideas y proyectarlas frente a su sentido como una sombra lograda a través del cuerpo real de la intención con la que se construyó lo enunciado. Pues la línea que inicia este texto es por principio absurda, pues las palabras carecen de estaciones como invierno o verano, y frente a un abismo es poco probable que algo germinado permanezca; pero en su causa, la línea ha sido expuesta y tratada; es decir ha sido dialogada.

El diálogo propone la acción de lo decible; pues entabla la comunicación. Se habla pues se propone, se escucha pues se espera o se asombra. Entrañar el verdadero sentido del significado a través de su significante es una acción pasmosa y quizá imposible; pero considerar las realidades en un conjunto de interpretación dependiendo del contexto al que es usado, nos hace mirar dentro de una forma a la acción que el diálogo a propuesto y la extensión de la curiosidad o duda del escucha.

El diálogo es la extensión simple de un complejo concepto: la comunicación, el inicio de lo decible se podrían remontar al vacío, al abismo contenido en un triángulo, y pensar que frente a ese universo de asimetrías exactas y paralelos raramente unidos para formar una honda expresión hay una necesidad de las cosas mismas por hacer referencia a su existencia frente a este paisaje imposible y así, quizá, generar un lenguaje para entablar relaciones frente a las cosas y hallar en el sentido sus funciones a partir de los límites lógicos de las categorías. Ante la palabra que germina en un invierno imposible, pienso que el silencio adquirió un sentido improvisado para llamar al lenguaje ante la lengua, es decir, el silencio fue la primera lengua. Pero esto parece absurdo, pues el diálogo encierra en su acción el sistema circular o tangible de la expresión; la expresión en sus diversas fases nos extiende una invitación para darle sabor y acción a la lengua, usarle y mediar un infinito de permutaciones lógicas con la que se construye la inteligencia de las palabras.

El diálogo parece ser creado y retomado, reproducido con el límite al cual está colocado el intervalo de lo existente, de lo decible y comunicable. Expresar que somos hablantes-oyentes idóneos, es decir que mediante este espacio puntualizado por el lenguaje y sus estructuras, sin tomar en cuenta la perfección o imperfección del lenguaje, lo idóneo está en conseguir la expresión deseada y lograr la interpretación del diálogo sostenido ante la intención y la lengua.

miércoles, 14 de julio de 2010

Logística efímera

A los días sueño que sueño.