lunes, 30 de enero de 2012

Ante la lengua

Se podría decir: En el abismo de los bordes de un triángulo una palabra germina frente al invierno del significado. Si miramos en la construcción anterior encontraremos raíces que estructuran una combinación de imágenes expuestas, imágenes que hablan de la existencia de un invierno de palabras y la posibilidad de sus estaciones a partir de cierta temporalidad o estado anímico, así las palabras estarían frente a una estancia en la cual germinan, pues en el contexto nos dice que alguien ha colocado las palabras como semillas esperando que crezcan en el borde o en los bordes de un triángulo donde habita el abismo, todo para hallar la estancia del significado de la palabra.

Se puede mirar cada imagen de ese enunciado, tratando de hallar un sentido único a través de la diversificación de cada posible significado en el espacio de la interpretación; pues decir: una palabra germina frente al invierno del significado, es generar, frente a la estancia de esta línea, un juicio mediante la heurística del enunciado. Tratando sus ideas y proyectarlas frente a su sentido como una sombra lograda a través del cuerpo real de la intención con la que se construyó lo enunciado. Pues la línea que inicia este texto es por principio absurda, pues las palabras carecen de estaciones como invierno o verano, y frente a un abismo es poco probable que algo germinado permanezca; pero en su causa, la línea ha sido expuesta y tratada; es decir ha sido dialogada.

El diálogo propone la acción de lo decible; pues entabla la comunicación. Se habla pues se propone, se escucha pues se espera o se asombra. Entrañar el verdadero sentido del significado a través de su significante es una acción pasmosa y quizá imposible; pero considerar las realidades en un conjunto de interpretación dependiendo del contexto al que es usado, nos hace mirar dentro de una forma a la acción que el diálogo a propuesto y la extensión de la curiosidad o duda del escucha.

El diálogo es la extensión simple de un complejo concepto: la comunicación, el inicio de lo decible se podrían remontar al vacío, al abismo contenido en un triángulo, y pensar que frente a ese universo de asimetrías exactas y paralelos raramente unidos para formar una honda expresión hay una necesidad de las cosas mismas por hacer referencia a su existencia frente a este paisaje imposible y así, quizá, generar un lenguaje para entablar relaciones frente a las cosas y hallar en el sentido sus funciones a partir de los límites lógicos de las categorías. Ante la palabra que germina en un invierno imposible, pienso que el silencio adquirió un sentido improvisado para llamar al lenguaje ante la lengua, es decir, el silencio fue la primera lengua. Pero esto parece absurdo, pues el diálogo encierra en su acción el sistema circular o tangible de la expresión; la expresión en sus diversas fases nos extiende una invitación para darle sabor y acción a la lengua, usarle y mediar un infinito de permutaciones lógicas con la que se construye la inteligencia de las palabras.

El diálogo parece ser creado y retomado, reproducido con el límite al cual está colocado el intervalo de lo existente, de lo decible y comunicable. Expresar que somos hablantes-oyentes idóneos, es decir que mediante este espacio puntualizado por el lenguaje y sus estructuras, sin tomar en cuenta la perfección o imperfección del lenguaje, lo idóneo está en conseguir la expresión deseada y lograr la interpretación del diálogo sostenido ante la intención y la lengua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario